A veces, en nuestro día a día repleto de impactos comerciales (desde el curso de cocina que interrumpe un anuncio de YouTube hasta las publicaciones patrocinadas de juguetes alternativos para nuestros hijos en Instagram), es difícil discernir lo que realmente es importante (o incluso verdadero) de lo que no lo es tanto. Por eso hemos interiorizado consignas que el desayuno es la comida más importante del día (promovida por los fabricantes de cereales), que los conservantes son malos en sí mismos o que si algo es caro, es bueno, entre otras muchas. Que es imprescindible contar con una crema para la noche y otra para el día es otra de esas consignas construidas para gastar más en estos productos. Veamos por qué y qué diferencia hay realmente entre una crema de día y otra de noche para cuidar la piel de nuestro rostro.
¿De dónde surge el mensaje de que necesitamos dos cremas al día?
La idea de usar diferentes cremas según el momento del día surgió en los años 20-30 del siglo XX, coincidiendo con el auge de las grandes casas de cosmética. Pioneras como Helena Rubinstein y Elizabeth Arden introdujeron el concepto de «tratamiento científico de la belleza», sugiriendo que la piel necesitaba diferentes cuidados según la hora del día. Esta estrategia coincidió con la época dorada de Hollywood, el ascenso de la clase media y el nacimiento del marketing moderno, creando el escenario perfecto para establecer rutinas de belleza más elaboradas.
Esta tendencia hacia la complejidad en el cuidado facial ha alcanzado su máxima expresión en la actualidad con el fenómeno de la rutina coreana o k-beauty, que puede llegar a incluir hasta 10 pasos diferentes. Es curioso ver cómo aquella estrategia inicial de diferenciación entre día y noche ha evolucionado hasta convertirse en elaborados rituales de belleza que multiplican los productos y pasos, impulsados por las redes sociales y un marketing cada vez más sofisticado.
¿Qué dice la ciencia sobre la piel durante el día y durante la noche?
La piel sí tiene diferentes comportamientos entre el día y la noche, siguiendo nuestro ritmo circadiano. Ocurre lo mismo con nuestro cerebro, que procesa la información de forma diferente mientras dormimos que mientras estamos despiertos, o con nuestro sistema muscular, que aprovecha el descanso nocturno para repararse. En el caso de la piel, durante el día, su función está centrada en la protección: produce más sebo, las glándulas sudoríparas están más activas y la barrera cutánea trabaja para defendernos de las agresiones externas. Por la noche, el foco está en la reparación: aumenta la renovación celular, hay mayor flujo sanguíneo y la barrera cutánea es más permeable.
De esta diferencia surgió la idea de diferenciar cremas de día y de noche: las de día tienen la función de proteger la piel de las agresiones externas y suelen tener texturas más ligeras que no interfieran con el maquillaje, mientras que las de noche suelen ser más nutritivas y ricas en activos regeneradores, aprovechando la mayor permeabilidad de la piel durante el descanso.
La crema de noche como ritual de cuidado facial
El foco comercial suele ponerse en la crema de noche: se promociona la idea de que durante el descanso nocturno la piel necesita ingredientes más sofisticados y concentrados para potenciar su regeneración natural, lo que se usa para justificar su mayor precio. Además, el momento de aplicación de la crema de noche suele coincidir con un ritual de autocuidado más pausado, donde tenemos más tiempo para masajear el producto y conectar con la sensación de que estamos proporcionando a nuestra piel un tratamiento especial, algo que se ha convertido en una poderosa herramienta de marketing que refuerza la creencia de que necesitamos dos productos diferentes.
Sin embargo, lo que es objetivamente cierto es que podemos formular una crema de día para cumplir las funciones que tiene la crema de noche y viceversa, siempre y cuando apliquemos protección solar durante el día.
¿Existe una diferencia real entre las cremas de día y las de noche?
En general, las cremas de noche y las de día se diferencian en algunos aspectos:
Textura:
Como sabremos, las cremas de día suelen tener texturas más ligeras y las de noche más ricas. Sin embargo, esto no se traduce necesariamente a beneficios contrastados científicamente, sino más bien a las preferencias adquiridas, a menudo, como decimos, moldeadas por el marketing: una textura rica por la noche nos da la sensación de mayor nutrición y reparación, de que el producto está «trabajando intensamente» mientras dormimos, mientras que durante el día nos parecería grasienta, sobre todo en combinación con el maquillaje, y por eso preferimos la sensación más ligera.
Ingredientes
A menudo las cremas de noche usan ingredientes fotosensibilizantes como retinol, algunos ácidos exfoliantes o vitamina C pura, que tienen la función de renovar la piel, mejorar su textura y estimular la producción de colágeno. Estos componentes, por lo tanto, no es recomendable usarlos en cremas de día, ya que la exposición al sol puede causar manchas, irritación o reducir su eficacia.
Concentración de activos:
La idea de que debemos aprovechar la noche para potenciar la regeneración celular ha generado la tendencia a que las cremas para la noche contengan activos más concentrados que los presentes en las cremas de día. Sin embargo, no hay evidencia científica que demuestre que necesitemos diferentes concentraciones según el momento del día, siempre que los ingredientes sean estables a la luz solar.
Protección solar
Esta es la principal diferencia entre cremas de día y cremas de noche. Las cremas de día deben incluir filtros solares o ser compatibles con la aplicación posterior de protección solar, ya que la protección frente a la radiación UV es el factor más importante en la prevención del envejecimiento prematuro y el daño cutáneo.
Cremas adecuadas para el día y la noche: Famiskin antiaging
Como hemos visto, pueden haber cremas faciales que sean adecuadas para el cuidado diurno y nocturno de la piel. No debemos olvidar que uno de los inconvenientes de usar más de una crema no sólo es el impacto en nuestro bolsillo sino sus consecuencias medioambientales en forma de envases, transporte, etc., especialmente en algunos casos en los que se usa envase secundario (la típica caja exterior con fines de márketing), tintas no sostenibles y procesos de producción con alta huella de carbono, etc. La tendencia al «skinimalism» o minimalismo en el cuidado facial está ganando terreno como respuesta a las rutinas faciales excesivamente complejas. Este enfoque propone usar menos productos pero más efectivos, centrándose en fórmulas multifunción de calidad que respeten la barrera cutánea y el microbioma de la piel.
Famiskin trabaja en este paradigma: su crema facial está formulada con ingredientes naturales cuidadosamente seleccionados para ser eficaces tanto de día como de noche. El aceite celular de células madre de olivo ayuda al renacimiento de la piel y al rejuvenecimiento energético de las células, mientras que los ácidos hialurónicos micro y macro de origen vegetal alisan el relieve cutáneo y estimulan la síntesis de colágeno. La fórmula se complementa con extracto de pino marino, que protege frente a la polución y mejora la síntesis de colágeno, y péptidos con efecto tensor que actúan sobre las líneas de expresión. Todo ello en una textura cremigel de rápida absorción que resulta perfecta tanto para el día como para la noche, siendo además completamente segura durante el embarazo y la lactancia.
La formulación se ha desarrollado específicamente para ser estable y segura con la exposición solar, ya que no contiene ingredientes fotosensibilizantes. Esto permite que todos sus activos trabajen de forma óptima las 24 horas, potenciando su eficacia tanto de día como de noche. Durante el día, se recomienda complementar con protección solar (como con cualquier tratamiento facial), lo que además multiplica los beneficios antienvejecimiento de la fórmula: mientras los activos de la crema trabajan desde el interior regenerando y protegiendo la piel, el filtro solar aporta la protección externa necesaria contra el fotoenvejecimiento.
Imagen de Dirk Vanderperk en Pixabay